Era
una hermosa niña debajo de aquel cochambre, vivía en la calle de las limosnas,
de limpiar parabrisas, de vestirse de payasita, no sabía si tenía padres o
parientes, sólo sabía que su vida era así, rodeada de otros como ella, buscando
cada noche un lugar para resguardarse de la oscuridad, del frío, de la lluvia.
Se
llamaba Clara, o así le decían desde que tenía memoria, el hombre que se
llevaba la mitad de sus ganancias a veces le daba comida, ropa, o cosas
necesarias para vivir, nunca un techo.
Su
vida transcurría sin cambios. Durante todo el día se movía de un crucero a
otro, buscando las mejores propinas. A veces afuera de las iglesias, ponía cara
de muerta de hambre para que se apiadaran de ella y fueran generosos, de noche
buscaba un lugar para dormir y soñar, era lo mejor de su vida, sus sueños. A
pesar de que nunca le habían leído cuentos de hadas, siempre soñaba con
castillos encantados, hadas, seres mágicos, príncipes y dragones. Le divertía
tanto soñar, que le costaba despertar y acostumbrarse de nuevo a su realidad,
aunque también a veces tenía pesadillas.
Clara
sobrevivía bajo un puente poco transitado, cerca de un bosque, de esos que hay
en medio de las manchas urbanas. Ahí construyó una pequeña casa de cartón,
resguardada por la vegetación de visitantes no deseados.
Una
noche, soñaba que un gran dragón negro la acechaba por la ciudad, ya había
quemado su casa de cartón. Despertó exaltada, sólo había sido un mal sueño,
además, los dragones no existían, ¿o si?
Clara
se tranquilizó y volvió a dormir. Cuándo despertó todo a su alrededor era
extraño, estaba en un cuarto circular, construido de piedra, hermosamente
decorado, ella estaba en una cama extremadamente cómoda, cubierta con sábanas
de seda, su ropa parecía hecha de hilos dorados, vio sus manos y estaban
limpias, seguro seguía dormida. Era un buen sueño, así que se levantó de la
cama para disfrutarlo, todo era impresionante, hasta había un sirviente dispuesto
a cumplir el menor de sus caprichos.
Había
pasado tanto tiempo disfrutando de todo aquello, que no se percató de la
pequeña ventana a lado de su cama, se dirigió a ella pensando en lo real que se
sentía todo y al asomarse lo vio, el dragón negro hacía guardia bajo la enorme
torre en la que la tenía presa.
Lo
recordó todo, estaba atrapada y custodiada por aquella bestia. No era un sueño,
ella sí era una princesa.
Escrito
por Claudia Liz Flores
basado en el siguiente MicroCuento
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