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viernes, 4 de mayo de 2012

FUGITIF (Escrito para DevoradoresdeHadas.com)


Durante siglos las hadas habían sido atraídas por la belleza de un laberinto escondido en medio del bosque. Una vez que la víctima entraba en aquel lugar, era imposible salir con vida, el miedo se hacía real hasta dejarla inmóvil y nada, excepto el Devorador podía sacarla de aquel oscuro y solitario lugar.

Lorik era un coleccionista, los ojos de las hadas muertas, se convertían en joyas preciosas de colores únicos e irrepetibles, él disfrutaba recordar la súplica de libertad que cada una de sus víctimas había cantado antes de morir, antes de sacarle los ojos.

Belay lo había observado por milenios y a pesar de conocer su oscuridad, sentía amor y compasión por un ser que no podía ir en contra de su naturaleza, ya no soportaba aquella realidad en la que lo suyo era más que imposible, ya no le parecía suficiente sentirlo cerca...había decidido morir a manos de su único amor. Ella era un hada bellísima, su larga cabellera color topacio caía sobre sus hombros, sus alas se agitaban tan rápidamente que resultaban casi imperceptibles, excepto por el halo de luz multicolor que la seguía. Lorik estaba encantado con su belleza, así que la siguió por días y semanas, le extrañaba que el hada no pareciera asustada o preocupada, por eso decidió acercarse, hablarle, hechizarla con su mirada para después devorarla.

El resto estaba borroso, recordaba fragmentos de lo sucedido, había hecho el amor con el hada, la había visto sonreír y llorar, había probado su sangre, se había saciado en ella…él había caído en su hechizo, había sido la presa.

Oscuridad, la nada y luego una luz cegadora que lo obligó a despertar. Durante unos minutos se forzó a mantener los ojos abiertos, tardo un poco en acostumbrarse a la luz del sol. Entonces recordó que estaba solo, desenterró su ropa y cubrió su desnudez, había pasado la 5ta noche, de muchas por venir, en medio del desierto, con la arena cubriendo su cuerpo. Buscaba pasar desapercibido, inclusive de las estrellas. No existía entidad en el universo que lo salvara del terrible castigo que ahora merecía. Sabía que era culpable de un grave delito contra la naturaleza, sentía la boca seca y alrededor de sus ojos se marcaban unas grandes y oscuras ojeras, resultado del miedo, el hambre y la ansiedad que lo aprisionaban; en sus puños sujetaba con fuerza su pequeño y recién adquirido tesoro…unas grandes perlas tornasol que además representaban un  sacrificio de amor. El había sido un cazador, de los mejores de su especie y sin embargo los ojos de Belay lo habían  obligado a huir del bosque…Mientras se vestía, intentaba entender lo sucedido. Nada tenía sentido y sabía que lo que sentía no era simplemente un delirio de persecución.

                                                                                                          Escrito por Claudia Liz Flores

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