En un claro del bosque se podían ver
figuras oscuras que aguardaban. El viento silbaba y aunque era casi
imperceptible se podía escuchar a lo lejos el llanto desesperado de miles de
niños. El sello se había roto…la puerta que separaba su mundo del nuestro
estaba abierta y todo podía pasar…las criaturas de la oscuridad estaban ahora
reunidas esperando a su Rey.
Maurelle tenía la piel oscura y los
ojos de un color azul celestial, su mirada profunda provocaba que hasta el más
altivo bajara la mirada, era hermoso pero también la criatura más sanguinaria
que existía…todos le temían a su ira. Por siglos había reinado los bosques
encantados y mantenido bajo su yugo a las criaturas que lo habitaban, las hadas
eran sus esclavas…un poder inimaginable nació con él, y teniendo la posibilidad
de elegir su camino, decidió vivir en las sombras de la noche, la maldad lo
invadía.
El Rey caminaba erguido hacia su
trono, el momento había llegado…solo hacía falta que alzara su voz como un
trueno y derramará la sangre de un hada para que millones de seres de la noche
salieran del bosque en busca de corazones inocentes.
En medio del claro y frente al trono
de Maurelle, estaba Aziza, un hada de piel morena con alas de colores ocres y
ojos de un azul topacio. Ella temblaba de miedo, sabía que su muerte sería
terrible y dolorosa.
Aziza sintió el crujir de sus huesos y
mientras su corazón se aceleraba su vida se extinguía para siempre. Maurelle la
descuartizó, para luego quemar sus restos y con ellos crear un fuego rojo aterciopelado,
necesario para su conjuro. El rey parecía ser invadido por millones de almas
que recorrían sus venas y volvían roja su mirada, sobre él las nubes se
arremolinaban, al mismo tiempo chocaban rayos contra el bosque…el comienzo del
final fue estruendoso.
Claudia Liz Flores